Desde su primera edición en 1961, el Festival Nacional de Folklore de Cosquín se ha consolidado como un ícono de la cultura argentina, y este enero celebra su esperada edición
Cosquín Folklore
2025. Durante cinco semanas, la provincia de Córdoba se convierte en el epicentro del folklore nacional, atrayendo a cientos de miles de turistas nacionales e
internacionales con dos eventos monumentales . Junto al emblemático Festival Nacional de Doma y Folklore de Jesús María, estas celebraciones llenan las sierras cordobesas de
música, tradición y espíritu popular, ofreciendo noches inolvidables y un reencuentro con las raíces más profundas de la identidad cultural argentina.
A lo largo y ancho del extenso territorio argentino, la música folklórica encuentra múltiples voces, ritmos y sentires que convergen en celebraciones populares donde aflora la identidad
nacional. Sin embargo, pocos acontecimientos despiertan tanto fervor y magnetismo cultural como el Festival Nacional de Folklore de Cosquín. Desde la pequeña ciudad de
Cosquín, en la provincia de Córdoba, este evento ha trascendido fronteras, logrando erigirse en el epicentro por excelencia del canto, la danza y la
tradición argentina. Durante sus noches de verano, las calles coscoínas se convierten en la meca de artistas y espectadores, enlazando generaciones, ritmos autóctonos y nuevas
expresiones que nutren y renuevan la herencia folklórica.
La provincia de Córdoba, con sus sierras majestuosas y su acervo cultural particularmente arraigado en la tradición, se ha convertido así en anfitriona de dos de los eventos más importantes
para la cultura folklórica nacional: Cosquín Folklore y el Festival de Jesús María.
Orígenes del Festival Nacional de Folklore de Cosquín
El Festival Nacional de Folklore de Cosquín nació de una confluencia de fuerzas sociales, políticas y culturales de mediados del siglo XX, en un país que necesitaba reafirmar su
identidad tras años de transformaciones aceleradas. La primera edición se realizó en enero de 1961, impulsada por un grupo de entusiastas locales y
gestores culturales que veían en la música y la danza folclóricas la fuente de un fuerte sentimiento de pertenencia nacional.
Cosquín, un pequeño municipio del Valle de Punilla, parecía un lugar improbable para albergar un acontecimiento de tal magnitud. Sin embargo, su belleza natural,
su entorno serrano y su ubicación estratégica —cercana a otras localidades turísticas y a la ciudad de Córdoba— resultaron factores determinantes para la elección. Con el tiempo,
aquella apuesta inicial se transformó en una tradición arraigada que cada año gana adeptos e impulsa nuevas generaciones de artistas a lanzarse al estrellato.
Desde sus inicios, el festival tuvo la misión de difundir y exaltar la música popular argentina, en un contexto histórico donde la ciudad y las expresiones urbanas crecían a gran velocidad. De
esa manera, Cosquín se convirtió en un faro para la revalorización de las tradiciones del interior del país, uniendo las voces de reconocidos
intérpretes con el talento emergente que buscaba un espacio de legitimación y proyección.
La Plaza Próspero Molina: Corazón del festival
Hablar de Cosquín es aludir directamente a la Plaza Próspero Molina, conocida también como la Plaza del Folklore, un espacio emblemático que, cada verano,
cobra una vida única. Allí se erige el escenario mayor, bautizado como Atahualpa Yupanqui, en honor a uno de los máximos exponentes del folklore argentino. Este escenario se ha
convertido en testigo de presentaciones históricas de artistas que, a lo largo de las décadas, fueron forjando la leyenda del festival.
La mística de la Plaza Próspero Molina radica en su capacidad para congregar a miles de personas noche tras noche, en un clima de devoción y respeto hacia quienes se presentan.
El público coscoíno es célebre por su rigurosidad y su “ojo crítico” hacia los espectáculos, otorgando ovaciones desmedidas a los grandes referentes y promoviendo la consagración de talentos
emergentes que demuestran su valía musical.
En este escenario han brillado artistas de la talla de Mercedes Sosa, Jorge Cafrune, Los Chalchaleros, Los Carabajal,
Horacio Guarany y, más recientemente, grandes cantantes populares como Soledad Pastorutti o Abel Pintos, quienes reconocen haber encontrado en
Cosquín el trampolín perfecto para consolidar su carrera.
El Pre Cosquín: semillero de talentos
Una de las características más destacadas del Festival de Cosquín es su capacidad de renovación y su firme compromiso con el surgimiento de nuevos valores artísticos. Muestra de
ello es el Pre Cosquín, un certamen que se realiza en distintas sedes a lo largo y ancho del país y que sirve como plataforma de lanzamiento para quienes desean competir por un
lugar en el escenario mayor.
Cada año, miles de aspirantes a cantantes, músicos y bailarines participan en las instancias preliminares, soñando con obtener la consagración definitiva en la Plaza Próspero Molina. El
Pre Cosquín, a su vez, promueve un intercambio cultural dentro de la República Argentina: cada sede refleja las particularidades musicales y dancísticas de su región,
enriqueciendo la diversidad de propuestas que confluyen en el escenario principal. Desde danzas tradicionales como la zamba, la chacarera, el gato o el
chamamé, hasta fusiones innovadoras que integran nuevos sonidos, el certamen se ha transformado en un fenómeno inclusivo y representativo de la realidad folklórica actual.
La trascendencia del Pre Cosquín radica no solo en su potencial de descubrimiento artístico, sino también en la oportunidad de mantener viva la llama de la música tradicional en
las generaciones más jóvenes. Quienes alcanzan el triunfo en el certamen suelen forjar carreras prometedoras, impulsadas por la legitimidad que otorga ser reconocido en uno de los templos del
folklore argentino.
Evolución y consolidación del festival
A lo largo de sus más de seis décadas, el Festival Nacional de Folklore de Cosquín ha experimentado varias etapas de evolución y adaptación a los tiempos. A medida que la cultura
popular se transformaba, y que las nuevas tecnologías permitían un alcance mayor de la música, Cosquín supo mantener viva la esencia folklórica y, a la vez, abrir sus puertas a
propuestas que iban más allá de la tradición pura.
Durante la década de 1970, por ejemplo, el festival fue testigo de un florecimiento imparable de artistas provenientes de todo el país, integrando a cantantes de proyección internacional y
convirtiéndose en uno de los escenarios más influyentes de la región. A su vez, en los años 80 y 90, vivió distintos cambios en su organización, sumando noches temáticas y la
presencia de invitados de géneros populares afines, lo que le dio un carácter más amplio sin sacrificar el núcleo tradicional.
La globalización de la música, la irrupción del rock y el pop en la escena argentina, y el avance de los medios de comunicación masivos plantearon desafíos que el festival logró sortear con
inteligencia. Apostar al talento joven, fomentar la investigación y el rescate de las raíces folklóricas y, sobre todo, preservar el rito de la ceremonia folklórica en la
Plaza Próspero Molina han sido pilares de una continuidad que no deja de acaparar la atención de generaciones enteras.
Cosquín como centro cultural permanente
Si bien el festival es el gran emblema de la ciudad, Cosquín no se detiene tras el telón de la última noche. A lo largo del año, diversas actividades culturales continúan
nutriendo la vida local y revalorizando la identidad folklórica. Los talleres de música y danza, las peñas permanentes y las ferias de artesanías se convierten en espacios de encuentro para
turistas y lugareños, evidenciando un interés creciente por el patrimonio intangible.
La música y la danza están presentes en cada rincón de la localidad, desde los bares y restaurantes que ofrecen espectáculos de peñas hasta la radio y la televisión local, que difunden artistas
emergentes y consolidan la relación entre la comunidad y su tradición. De esta forma, Cosquín no es simplemente un escenario para la fiesta anual, sino un lugar donde la cultura
folklórica se respira y se comparte diariamente.
Asimismo, el carácter hospitalario de su gente, la belleza de sus paisajes serranos y la infraestructura turística construida en torno al festival convierten a Cosquín en un
destino de interés para visitantes nacionales e internacionales, impactando positivamente en la economía local y favoreciendo la permanencia de un
circuito cultural activo durante todo el año.
La importancia simbólica para la identidad argentina
El Festival de Cosquín no solo es la celebración más destacada del folclore nacional: representa un símbolo tangible de lo que implica la música argentina y las tradiciones que
la nutren. En un país con una fuerte inclinación por la diversidad cultural, Cosquín unifica voces provenientes de distintas provincias y, de este modo, recrea la riqueza de lo “federal” en un
escenario de resonancia internacional.
Desde una perspectiva antropológica, la música folklórica cumple la función de narrar historias que trascienden lo meramente musical, pues cuentan leyendas,
costumbres y anhelos compartidos a lo largo de la historia del país. Cosquín, en este sentido, actúa como un gran contenedor simbólico donde convergen las
diferentes vertientes de la identidad argentina. Allí se reconocen rasgos de las culturas originarias, la herencia española, la influencia africana y las aportaciones de los
inmigrantes que forjaron el crisol étnico del país.
Además, la trascendencia mediática que ha alcanzado a lo largo de los años lo ha convertido en un referente cultural. Cada edición es seguida por miles de personas a través de transmisiones
televisivas y plataformas digitales. De este modo, el festival traslada la experiencia tradicional a nuevos espacios y audiencias, cimentando la presencia de la cultura popular argentina en el
ámbito internacional.
Una programación diversa y atractiva
La programación oficial del Festival de Cosquín se actualiza cada año para ofrecer un abanico de espectáculos que van desde recitales de solistas clásicos del folclore hasta
fusiones con otros géneros musicales, pasando por ballets coreográficos y propuestas experimentales que buscan refrescar la escena. Durante las nueve lunas coscoínas (aunque en
ciertas ediciones la cantidad de noches puede variar), se alternan actos de consagrados con artistas emergentes, conferencias y charlas sobre historia y cultura folclórica.
Tal y como se puede observar en las programaciones más recientes la constante es la exaltación de la música nativa, pero con la flexibilidad suficiente para incorporar ritmos cercanos que
mantienen viva la llama de la innovación. El visitante puede encontrarse con una noche de chacareras puras, otra de chamamé, y sorpresas en las que el
folklore dialogue con el rock nacional, la cumbia y hasta el tango.
Este enfoque dinámico es uno de los secretos del éxito continuo del festival, pues la propuesta artística no se estanca en la nostalgia, sino que evoluciona sin perder de vista los cimientos que
la sostienen. Tal equilibrio entre tradición y apertura a lo nuevo impulsa a que, cada enero, el público de diferentes generaciones y regiones se congregue con la certeza de vivir una experiencia
única.
La experiencia del visitante: peñas, gastronomía y turismo
Hablar de Cosquín solo a través de su grilla de artistas sería injusto, pues el festival ofrece una experiencia integral que trasciende lo musical. Durante las noches del
festival, la ciudad entera se convierte en un hervidero de actividades culturales y espacios de encuentro. Las peñas folklóricas se multiplican por doquier, animando la
noche coscoína con guitarreadas y bailes improvisados que continúan hasta la madrugada. Es en estas peñas donde muchos artistas emergentes encuentran una oportunidad de mostrarse más allá de los
escenarios oficiales, y donde los fanáticos tienen un contacto más directo y cálido con sus ídolos.
La gastronomía típica también adquiere un rol protagonista durante las jornadas del festival. Los visitantes pueden deleitarse con empanadas,
tamales, locros y asados que realzan la tradición culinaria argentina. En las calles, los aromas del maíz y la carne a la
parrilla se funden con la música, configurando una atmósfera mágica que atrae no solo al público local, sino también a turistas extranjeros que buscan una experiencia inmersiva en la cultura
nacional.
El turismo, por supuesto, es un pilar esencial en la dinámica económica de la región. Hoteles, cabañas y campings se llenan de amantes del folklore que planifican con anticipación su visita,
aprovechando también la belleza natural del valle de Punilla para realizar actividades diurnas como paseos por las sierras, cabalgatas y excursiones al río. De esta manera, el
Festival de Cosquín se convierte en un motor que revitaliza la actividad comercial y cultural de la zona.
La proyección internacional del festival
Aun cuando el folklore sea un género tradicionalmente arraigado en las regiones interiores de Argentina, el Festival de Cosquín ha logrado expandir su fama más
allá de las fronteras. Artistas latinoamericanos y de otras latitudes han sido invitados a participar, sumando diversidad a la grilla y despertando interés en países vecinos como
Chile, Uruguay, Paraguay y Brasil, que a su vez tienen sus propias expresiones folklóricas.
Gracias a la difusión mediática, internet y las redes sociales, hoy en día los recitales y la atmósfera del festival llegan a espectadores de todo el mundo. Este posicionamiento ha aportado a la
internacionalización del folklore argentino y a la inserción de artistas locales en circuitos globales de world music. Además, la figura de Cosquín como epicentro cultural,
reforzada por décadas de historia, constituye un atractivo para investigadores, documentalistas y estudiosos que encuentran en la ciudad y en el festival un objeto de análisis invaluable para
entender la cultura popular argentina.